Atlético Madrid-Real Madrid es un partido que tiene todos los ingredientes que hacen grande al fútbol. El tiempo y la cercanía han trabajado en la rivalidad de ambos equipos. Hay mucho trasfondo para poner énfasis emocional en el partido y argumentos técnicos para mejorar el espectáculo. Incluso algunos nombres propios, como el de Vinicius, que estos días enciende cables de alta tensión que hay que manejar con cuidado.
Hablamos de Vinicius, un jugador de tal nivel que determina el resultado de un partido. El futbolista se clasifica en función de su talento y aquí estamos hablando de uno de los principales candidatos al 'Balón de Oro'. Palabras más grandes.
Vinicius nos enseñó cuánto juego, placer y tesón hay en construir un talento. Retroalimentación positiva y negativa permanente que empuja al futbolista inteligente a mejorar. En su caso el viaje fue doloroso porque cuando vistió la camiseta del Real Madrid las imprecisiones en la definición le valieron grandes críticas. Las críticas siempre han sido un producto típico en un club como el Real Madrid, pero ahora hay nuevos vehículos de falta de respeto expresados en mensajes y memes online. El fútbol de Vinicius se vio fortalecido por la entereza de quienes supieron afrontar estas dificultades sin rendirse. La lucha y la competitividad son parte de su naturaleza. Si no hubiera un alma viviente en el estadio, todavía tendría problemas. Por eso tienes mi admiración.
Olvidados aquellos episodios por la evidencia de su gran actuación, Vinicius ahora se ve atormentado por otros malentendidos y prejuicios. Algunos afectan a los jugadores en general. Debido al poder que les otorgan las fortunas que ganan, mucha gente los considera futbolistas, ganadores, personajes famosos, pobres que se enriquecen, ricos a punto de volverse idiotas. Pero ni por un momento los consideran personas.
Mucho menos la gente que se reúne en las gradas, esas «multitudes anónimas e irresponsables», como las definió Gustave Le Bon en Psicología de masas. Gente que lleva sus frustraciones a los estadios y que sigue consignas de todo tipo, incluidas las antisociales, con obediencia bovina. Ningún club está a salvo de estos excesos, tan antiguos como el fútbol.
Ahora, el único color que debe contar en el fútbol es el de las camisetas, pero para la mafia el racismo es una tentación y Vinicius fue protagonista de una secuencia de desagradables acontecimientos en distintos estadios. El jugador, acostumbrado a sacar energía de un pozo de ira, sigue manteniendo el nivel. En cuanto a la persona, decidió que estos episodios le dieron la autoridad moral para levantar la bandera contra el racismo, con el apoyo del club, de su país y de todos los ciudadanos respetables. Pero no es fácil frenar esa rueda porque algunas de sus declaraciones han pisoteado callos sensibles nacionalistas que han irritado a la afición. También porque Vinicius, asentado en el papel de víctima, considera enemigos a sus rivales, a los árbitros y a la afición y da a sus protestas una expresividad irritante, incluso para muchos aficionados del Real Madrid. Una nueva prueba que superar.
El partido contra el Atlético será un test. Vinicius debe poner toda su energía en hacer un fútbol divino y la afición debe poner toda su energía en animar a su equipo con la pasión que suele hacer el Cívitas Metropolitano. No se trata de pedir respeto a los protocolos diplomáticos, porque en el fútbol el comportamiento es tan laxo que aceptamos los insultos como parte del espectáculo. Simplemente no toques los cables de alto voltaje para evitar que el juego explote.