Carlos Alcaraz derrotó este miércoles a Jannik Sinner en la final del torneo de Pekín por 6-7(6), 6-4 y 7-6(3). El español de 21 años acabó imponiéndose primero en una reñida pelea que duró 3h 21min y certificó el primer trofeo de su carrera en la temporada de otoño, también el primero en Asia. Son cuatro esta temporada, tras las obtenidas anteriormente en Indian Wells, Roland Garros y Wimbledon, y un total de 16 -las mismas logradas por su entrenador, Juan Carlos Ferrero- en su todavía corto recorrido entre los grandes.
«Fue un partido muy bueno, en el que podía pasar cualquier cosa», afirmó el campeón, que inició el duelo y finalmente pudo reponerse ante un rival que había iniciado el tie-break final con un 3-0 a su favor. El murciano, sin embargo, se mantuvo firme y dio un acelerón que le llevó al éxito. De esta forma ya domina por 6-4 en su historial personal con Sinner, que le eliminó el año pasado en el mismo escenario en semifinales.
Sinner tiene esa virtud de la evasión, el italiano capaz de sortear trampas, abismos e incendios como el que propuso durante el primer parcial Alcaraz. Libre, enérgico y decidido, el murciano se movía con gracia y confianza, inspirado con su derecha y firme con su revés, siempre creativo; Sin embargo, cuando ya había puesto terreno en el medio, empezó a perder finura con su primer servicio y su oponente se levantó. Del 4-1 al 5-5. Con el agua hasta el cuello, una reacción valiente. Nadie lo hubiera dicho. Hasta entonces, un tenista con poca claridad, falto de garbo e intensidad, sobre todo en las piernas. Sinner se puso una y otra vez la mano en la rodilla derecha, haciendo rotaciones para intentar liberarle de algunas molestias, pero en cuanto se desbloqueó físicamente y intuyó la posibilidad de acercarse, no lo dudó.
Anuló un primer punto de set y abortó dos más en el tie-break. La primera vez que lo intentó, acertó. Alcaraz tenía la manga en la mano, pero cuando se encontró contra las cuerdas pagó el exceso de impulso con dos lanzamientos largos y las concesiones resolvieron un gesto engañoso que duró casi una hora y cuarto. Hasta entonces la acción avanzaba lentamente y la arboleda inicial de uno luego hizo tropezar al otro. La pérdida de precisión atrapó al español, por momentos demasiado apresurado, por momentos demasiado rápido, mientras Sinner comenzaba a adquirir esa velocidad de crucero tan corrosiva y tan amenazadora, cada vez más asentada. Las fuerzas de la muñeca oscilaban, una aumentaba y la otra disminuía, mientras se extendía la sensación de que si la cuerda se rompía por un extremo favorecería al número uno.
Momento crítico en el octavo game, con 4-3 para él, cuando intentó dos opciones de break que Alcaraz supo contrarrestar con mucho corazón. Falta de claridad, defensa, muñeca dura y paradas. Templanza bajo el aguacero. El murciano levantó su escudo y una vez resuelto el lío, el señor Empuje. El impulso emocional lo revivió y después de realizar un tiro certero, estuvo más acertado en su servicio. Del abismo al equilibrio. Abro los brazos y grito: ahora, por fin. Nuevamente en empate, Sinner aumentó el número de ganadores de la misma manera que su casilla de error se fue ensuciando, pero de la misma manera pisotea las acciones –romper En contra y perdiendo 2-1 en el tercero, sabe encontrar la manera de liberarse – 5-4 – y resistir en los momentos más tensos de los partidos.
Ni siquiera una sonrisa por su parte en las más de tres horas de combate. Escasez incluso ante Alcaraz. Pero a estas alturas de la temporada, la historia puede que no se trate tanto de golpes como de golpes en la cabeza y resiliencia, resistencia: los que más sufren y creen más suelen ganar. Y por allí, en incesante batalla, dos máquinas en competencia, esta vez la más productiva de El Palmar. Sinner también estuvo cerca, 3-0 en el resultado final, pero aun así se le escapó. Una carrera estratosférica de Alcaraz marcó el punto de inflexión y tras una autoritaria volea y un golpe de suerte -un toque por encima de la red y el balón dentro- inclinó la balanza a su favor. Una forma dulce y ganadora de empezar este otoño que prometía algo nuevo. «Será diferente a otros años, daré lo mejor de mí», avisó el número dos. Y las cosas empiezan bien en Pekín, el primer trofeo asiático de su colección.