sábado, julio 27

De Barrika a Arabia, la revolución de Jon Rahm | Deportes

Barrika es un municipio de Bizkaia de sólo ocho kilómetros cuadrados y 1.500 habitantes. Las casas se suceden a lo largo de la calle y a lo largo de la ría de Plentzia, donde la marea juega con las barcazas. Allí se rodaron algunas escenas de la serie. Game of Thrones. Y ahí empezó esta historia hace 29 años.

Edorta Rahm y Ángela Rodríguez llamaron Jon al segundo de sus hijos, también niño, como Eriz, seis años mayor. Pronto descubrieron que ese niño nació con la necesidad de luchar. Cuando su madre lo recogió, el niño tenía la pierna derecha enyesada. Vino al mundo con el pie zambo, girado 90 grados. Así comenzó para Jon Rahm Rodríguez una vida de superación que le llevó a alcanzar las alturas que se proponía. Aquel chico de Barrika se convirtió esta semana en el deportista español mejor pagado de la historia gracias a un contrato que podría superar los 500 millones de euros por su fichaje con la LIV, la liga saudí de golf. Desde esa infancia en la que pasó dos veces por el quirófano hasta que descubrió el golf, saltó a la Residencia Blume de Madrid, voló a Estados Unidos sin saber inglés, se convirtió en una estrella del circuito profesional americano, el PGA Tour, número uno del mundial y ganador de dos majors, y ahora es el hombre de récord con su polémico y millonario traspaso al bando contrario. Así se escribió su revolución.

Un estudio genealógico sitúa al carpintero suizo George Rahm, abuelo del tatarabuelo de Jon, como origen emigrante de la familia en el País Vasco. No había señales de golf hasta que hubo una coincidencia. Un amigo de Edorta fue invitado por Repsol a la Ryder Cup de 1997 en Valderrama, la mágica edición en la que Seve capitaneó la victoria europea ante Estados Unidos, y a su regreso convenció a la pandilla para cambiar el pádel por clubes. Así llegó el deporte a la casa Rahm. Jon hizo todo tipo de ejercicios. Le gustaba el fútbol y adoraba al Athletic, heredero de la pasión de su abuelo Sabin, delegado del equipo de San Mamés durante 33 años. Jugó como portero, porque su pierna derecha más débil complicó su desempeño en otro rol.

En Barrika no había campo de golf. Los más cercanos, Neguri y Laukariz, eran demasiado elitistas y no aceptaban socios, por lo que la familia condujo una hora hasta el club Larrabea, en Ávala, para practicar su recién descubierta afición. También alquilaban una casa en el campo para los fines de semana y veranos. Delante estaba expuesto a poner verde en el que los dos hermanos pasaban las horas, sin apenas detenerse a comer o beber, compitiendo entre sí. Los más pequeños resultaron ser los mejores.

La ría de Plentzia y, al fondo, las casas de Barrika.Javier Hernández

En el club, sede del Jon Rahm Friends Club, hoy los recuerdos cuelgan de las paredes: el ranking de resultados del último campeonato que disputó como amateur, el US Open de 2016, las banderas del primer Open Británico y del primer Masters él jugó. Jugó, el piloto con el que ganó su primer torneo profesional… Allí recuerdan que el niño se ganó el sobrenombre de Ametralladora, porque cuando tenía apenas unos años lanzaba la pelota a 100 metros con la madera cinco de su padre. Su coordinación, velocidad y potencia eran asombrosas.

Cuando tiempo después Eduardo Celles recibió a aquel niño en su colegio, su primer entrenador personal descubrió un diamante. Sobre todo, ya ha demostrado esa confianza en sí mismo y esa fe que lleva consigo hasta el día de hoy. “Eduardo, seré el número uno del mundo”, le dijo el alumno al profesor mientras regresaban al coche del entrenamiento. Jon tenía 13 años y Celles recuerda que quedó tan conmovido que se lo contó a su esposa tan pronto como llegó a casa. Tampoco olvida cuando en una ocasión le asignó como ejercicio 100 putts de un metro. “Hice 659”, le aseguró Jon cuando se volvieron a encontrar. Y para demostrarlo le mostró las huellas de sus zapatos en el green.

La siguiente temporada marcaría el primer gran punto de inflexión de su carrera, el momento en el que tendría que demostrar que estaba dispuesto a apostarlo todo en el golf. Con 16 años abandonó la casa familiar, su Barrika, sus amigos, para instalarse en la residencia Blume de Madrid, rodeado de un ambiente de estudio (le resultó difícil desarrollar su carrera académica en español ya que previamente se había formado en euskera) y un entrenamiento que perfeccionó su instinto competitivo. Hasta el punto de frenar en exceso en algunos momentos. Se conoció su enfado cuando no acertó el tiro perfecto sobre el terreno de juego, pese a que era muy bueno, superior a los demás, e incluso fue expulsado de un torneo por sus malos modales. Ese carácter volcánico le ha acompañado hasta el día de hoy, pero Rahm ha aprendido a canalizar su energía sin perder un gramo de su esencia. El fuego sigue dentro, pero él sabe cómo utilizarlo.

Rahm junto a su mujer Kelley y sus dos hijos, Kepa y Eneko, tras ganar el American Express el pasado mes de enero.Mark J. Terrill (AP)

Y si quería ser el mejor, como le prometió a Celles, tenía que irse a Estados Unidos. La federación española organizó su traslado a la Universidad de Phoenix, en el estado de Arizona, la rampa definitiva para su lanzamiento hacia el estrellato. El cambio fue aún más complicado porque Jon Rahm apenas sabía inglés. “Él no lo entenderá. Probablemente se irá de aquí después del primer semestre”, llegó a decir de él su entrenador. Y no cualquiera, sino Tim Mickelson, hermano de Phil Mickelson, una de las grandes estrellas del golf. Pero aquel joven vasco era muy testarudo. Si le prohibieran hablar español con un compañero mexicano, aprendería inglés pase lo que pase. Lo hizo de la manera más difícil, aprendiendo las canciones del rapero Eminem. Hoy se gestiona en idioma extranjero con perfecta solvencia.

En el campo de golf fue un poco más fácil. El novato tenía talento. Y tuvo el descaro de apostar dinero con Phil Mickelson en un juego a pesar de que sólo tenía 40 dólares en el bolsillo. Era ganar o ganar. Y ganó. Él mismo confiesa hoy que aquellos episodios, como decir que sería el mejor del mundo, y decir que se siente imparable cuando juega al más alto nivel, simbolizan su desparpajo, aunque algunos le consideren «un bilbainada». El caso es que Mickelson patrocinó a Rahm (ahora se enfrentarán en el campeonato saudí) y el vasco empezó a volar en solitario.

Rahm y Greg Norman, director ejecutivo de la Liga Saudita.Scott Taetsch (AP/LAPRESSE)

Todo ha ido a gran velocidad desde que se hizo profesional. Sus primeros títulos, su llegada al número uno del mundo, sus dos grandes títulos (US Open 2021 y Masters de Augusta 2023), su condición de líder europeo en la Ryder y su posición como abanderado del circuito americano cuando se disputa la LIV. Así, su fichaje por la liga saudí causó tanta sorpresa como impacto, pese al evidente peso, en tal decisión, de la enorme montaña de dinero que tenía garantizada.

Rahmbo, como lo bautizaron, construyó su vida en Estados Unidos. Conoció a su actual esposa, Kelley, en la Universidad de Phoenix, y juntos tienen dos hijos de nombres vascos, Kepa y Eneko. Queda por ver si su paso a la liga saudí alterará el afecto y el reconocimiento de una afición estadounidense que con el tiempo ha sabido darle la bienvenida casi como a uno más. Sin que él olvide sus orígenes. Ni siquiera pie zambo (hoy su pierna derecha es un poco más corta y hace un oscilación diferente), ni la trama para ser el mejor, ni la vida que cambia en Madrid primero y en Estados Unidos después. Desde su nacimiento en Barrika hasta su fichaje por la liga patrocinada por Arabia Saudí, un largo y revolucionario recorrido.

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